El futbol de Brasil, calidad de exportación y talento codiciado

23 de Abril de 2014
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Río de Janeiro, 23 Abr. (Notimex).- Las penurias de una economía que atravesó en el pasado graves crisis inflacionarias y, en consecuencia, elevó el costo de la vida y la desigualdad de Brasil, han sido factores importantes en el desarrollo del futbol brasileño.

A esos ingredientes extradeportivos se suma la ambición de los representantes de los jugadores, y la incompetencia de los propietarios de los clubes y dirigentes de la Confederación Brasileña de Futbol (CBF), que han hecho de esa pasión nacional una presa fácil de las divisas extranjeras.

Esa apreciación la comparten analistas deportivos y economistas estudiosos de fenómenos que revelan los altos y oscilantes costos que han hecho que la nación sudamericana ostente, desde hace más de seis décadas, la condición de mayor exportador mundial de jugadores.

Hace 20 años, al romperse la parálisis de triunfos que padeció el futbol brasileño entre 1970 y 1994, éste empezó a encabezar todas las estadísticas oficiales y extraoficiales de exportación de jugadores existentes hasta entonces.

Pero años atrás, en la década de 1930, con la aparición de Fausto dos Santos, Domingos da Guía y Leónidas da Silva, numerosos futbolistas ya se sentían genios y embajadores del balón, despertando así la inquietud de afamados y ricos equipos extranjeros, deseosos de tener en sus filas a verdaderos magos del balompié.

Con un concepto interno definido como “amateurismo marrón” (falso), la hipocresía acabó cuando esas tres rutilantes estrellas se fueron al exterior para desempeñarse abiertamente –y muy bien pagados- como profesionales, seguidos por los hermanos Fantoni, del Atlético Mineiro de Belo Horizonte, los primeros en participar en la potente Liga de Italia, aunque regresaron a Brasil antes de lo pensado.

Esto ocurría en la última fase de la prolongada dictadura de Benito Mussolini –de 1922 a 1943-, cuando la selección “azzurra” obtuvo la Copa del Mundo de 1934, repitiendo en Francia 938, con un “giocco calcio” que se reforzó extraordinariamente con los paulistas Del Debbio, Rato, Amilcar Barbuy, Serafim y Anfilogino Márques, alias “Filó”.

Un dato sorprendente es que, el primer campeón del mundo de origen brasileño, fuera “Filó” Márques, registrado como jugador naturalizado en la selección monarca de la segunda Copa del Mundo, con el apellido de Guartisi.

Con nombre cambiado –requisito indispensable para su transferencia del Sao Paulo al Lazio de Roma, en tiempos en que los descendientes de italianos eran incorporados al proyecto político fascista mussoliniano-, “Filó” pudo jugar en “La Nazionale”.

Durante una gira del Vasco da Gama por Europa, Fausto desertó para contratarse, primero con el Barcelona de España, y luego con el Young Boys suizo, exhibiendo el falso amateurismo, cuando los deportistas jugaban de manera clandestina por dinero, aunque oficialmente se dijera que lo hacían “por amor a la camiseta”.

Por otra parte, a pesar de la presunción de la existencia de la democracia racial en Brasil, la situación de los jugadores negros y mulatos era tan ruin, que no solamente Fausto dos Santos abandonó al club cruz maltino en aquella gira europea, sino también el portero “Jaguaré”; pero en una Europa blanca en la que también encontraron prejuicios intolerables.

Ellos fueron los pioneros, los antecesores de los grandes cracks que hoy inundan, juegan y viven como millonarios en Europa; pero también hubo éxodo a naciones vecinas: a Uruguay se fueron los cariocas “Congo”, Magno y Martins, y a Argentina “Lá”, “Tufi”, “Vani”, Ramón, Teixeira y Petronilo de Brito, consagrados bicampeones con el San Lorenzo de Almagro.

Domingos da Guía es el único jugador brasileño que ostenta el título de campeón en los tres principales países sudamericanos con la mayor tradición futbolística: con el Nacional de Montevideo, Boca Juniors de Argentina y Vasco da Gama y Flamengo de Río de Janeiro: por algo le apodaron el “Divino Maestro, Tricampeón de las Américas”.

La diáspora latinoamericana en general, porque también migraban futbolistas uruguayos y argentinos, se detuvo momentáneamente cuando el profesionalismo –tardía y oficialmente reconocido- se implantó en Brasil, a lo que se sumó la Segunda Guerra Mundial, que mantuvo absolutamente inactivas las finanzas del mercado deportivo europeo.

El futbol brasileño tuvo su auge pleno en la década de 1950, y no obstante el “Maracanazo” ante Uruguay (2-1) y la eliminación (4-2) en Suiza por Hungría -subcampeón del torneo mundialista de 1954-, los fenómenos del Flamengo, Fluminense, Vasco da Gama, Palmeiras, Sao Paulo y Corinthians intentaron buscar fortuna en España, Italia, Portugal y Francia.

Ese proceso exportador, sin embargo, no se compara con lo que ocurriría a fines del siglo XX, cuando las ligas no solamente europeas, sino las asiáticas –notablemente la japonesa-, se llevaron a grandes futbolistas con la firma de altísimos contratos en dólares.

Ruy Fernando, cronista de la Empresa Brasil de Comunicaçao (EBC), trata de explicarse así: “Y lo peor ha sido que, por los buenos sueldos ofrecidos, jóvenes valores se han ido al extranjero, dejando vacías a las fuerzas básicas de esos legendarios clubes y de esa ‘seleçao’, que tantas veces ha hecho felices a los brasileños”.

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