Vuelve a Bellas Artes “La verdad sospechosa”, de Juan Ruiz de Alarcón

24 de Julio de 2014
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México, 24 Jul. (Notimex).- Con la puesta en escena de “La verdad sospechosa”, pieza escrita por Juan Ruiz de Alarcón entre 1618 y 1621, la Compañía Nacional de Teatro Clásico de España viene a México a celebrar los 80 años del Palacio de Bellas Artes.

El recinto fue inaugurado en 1934 por la Compañía Dramática del Palacio de Bellas Artes con obra, una joya del Siglo de Oro Español, que ahora tendrá funciones del 25 al 27 de este mes, en la Sala Principal del máximo recinto cultural del país.

Helena Pimienta, directora de la puesta en escena, recordó hoy que “La verdad sospechosa” se estrenó el 1 de octubre de 1623 por la Compañía de Fernán Sánchez de Vargas y es la gran creación dramática de ese autor.

“Se publicó en 1630, atribuida a Lope de Vega, pero años más tarde apareció ya incluida en la segunda parte de las comedias de Juan Ruiz de Alarcón”, dijo.

Explicó que un enredo amoroso y didactismo son dos ingredientes de esta comedia articulada en torno a la figura de su protagonista, el mentiroso “Don García”.

Su desbordante imaginación, que le lleva a creerse las fábulas que él mismo construye, y la no menos falsa actitud de los que le rodean, dotan a la obra de una atmósfera imprevisible que se mueve en un presente continuo.

“El autor pretendía contribuir con esta comedia moralizante a reformar las costumbres de una sociedad habituada al lujo de la Corte y a la frivolidad, empeño en el que se hallaba la dinastía austriaca del primer tercio del XVII.

“Una sociedad en la que el honor heredado se contraponía al honor nacido del propio valor personal”, acotó la directora en conferencia de prensa.

La mentira siempre tiene sus razones y más allá de lo que llamamos mentiras piadosas, su objetivo es siempre sacar ventaja, abundó.

“Nos divierte y hasta nos enternece este trapacero, y nos hacen reír o sonreír los sucesivos errores de interpretación y equivocaciones, y nos hace reflexionar sobre el mundo ilusorio en el que viven los personajes de esta comedia irónica”, comentó.

Al hablar de los personajes, detalló que son “Tristán” (Fernando Sansegundo), “Don Beltrán (Joaquín Notario), “Don García” (Rafa Castejón), “Letrado”/”Don Juan de Luna” (Juan Meseguer) y “Jacinta” (Marta Poveda).

Se suman “Lucrecia” (Nuria Gallardo), “Isabel” (Pepa Pedroche), “Don Juan de Sosa” (David Lorente), “Don Félix” (Pedro Almagro) y “Don Sancho (Juanma Navas).

“Camino” (Óscar Zafra), “Paje”/”Vendedor” (Alberto Gómez), “Criada”/”Vendedora” (Anabel Maurín) y “Vendedora” (Mónica Buiza), quienes actúan con el acompañamiento del pianista Miguel Huertas, apoyados en la labor coreográfica por Nuria Castejón, el vestuario de Alejandro Andújar y Carmen Mancebo, y la escenografía de Alejandro Andújar.

Para Ignacio García May, autor de esta versión, la pieza es una compleja comedia, divertida y enredosa; barroca y frenética, que esconde entre sus vericuetos infinitos una constante reflexión, irónica, ácida y dolorosa sobre lo que es verdad en una sociedad tan mentirosa como la nuestra, que es hija y nieta de la que reflejó Juan Ruiz de Alarcón a su llegada a Madrid en el siglo XVII.

“La pieza es una mirada de un extranjero desengañado, que soñaba con la tierra prometida, tal y como había oído hablar de ella en su tierra natal, y que al llegar a ella descubre lo llena de engaños y embustes que era la Corte y todos sus habitantes. Hay en la obra una nostalgia constante del viajero que desea siempre encontrar un paraíso idealizado que ya no existe”, añadió.

Juan Ruiz de Alarcón, nacido en Taxco, en la Nueva España vivió en su propia carne este viaje entre dos mundos y dos orillas, ya que primero llegó a España, a Salamanca, para estudiar, y tras un breve regreso a México, volvió a la Corte a vivir el resto de su vida.

Hay en su experiencia y en su literatura una acumulación barroca de ornamentos y sensaciones de las dos orillas.

“Si hay algo que brilla con esplendor, fruto de la suma de la cultura prehispánica y la llegada de la colonia, en lo que hoy es México, es la música, y por supuesto la gastronomía. Pero centrados en el apartado musical, existió desde el siglo XVI un juego de idas y vueltas musicales que ha ido enriqueciendo el panorama sonoro de ambos lados del Atlántico en los últimos cinco siglos”, abundó.

Si en el teatro del Siglo de Oro Sor Juana imaginó España desde México y Juan Ruiz de Alarcón vino en persona a vivirla, eso mismo sucedió con miles de melodías, de sones y de canciones, que o bien quedaron para siempre en tierras mexicanas o regresaron modificadas para siempre con los aires tropicales.

Así, el panorama cultural de aquél país se llenó de peteneras, de zarabandas y de jácaras, y más delante de habaneras y mazurcas.

En ese territorio de ida y vuelta, de la nostalgia de quien se va y quien vuelve, del deseo de ser quien uno no es y estar donde uno no está.

En esa mentira piadosa con uno mismo, mentira inocente que trata de construir una realidad soportable en un mundo lleno de mentiras perversas y sistémicas, en ese universo que propone Ruiz de Alarcón y construye Helena Pimenta, se construyó una dramaturgia musical para esta nueva versión de “La verdad sospechosa”.

La obra, desternillante e intrigante hasta el último momento, sucesión de engaños y relatos fantasiosos en boca de “Don García”, su protagonista, conforma un perfecto paisanaje del Madrid barroco de cortesanos, burgueses con pretensiones, indianos adinerados, falsas apariencias, ambición y mentiras.

Mentiras, sí, como compulsivo mentiroso es el personaje central de la obra, máximo exponente de la comedia de caracteres que creó Ruiz de Alarcón.

No es de extrañar que “La verdad sospechosa” se atribuyera en principio al mismísimo Lope de Vega, al encajar a la perfección entre las mejores comedias de enredo del gran maestro. Sin embargo, sobre un esquema y unas formas comunes a la Comedia Nueva, la pieza alarconiana se diferencia por el perfil psicológico del personaje central, cuidadosamente elaborado.

Sus espléndidas mentiras ilustran su carácter, bien definido y armado, que sólo la justicia poética puede hacer verosímil y, al tiempo, castigar. Unas mentiras que convierten la palabra en auténtica generadora de la intriga y que otorgan el poder absoluto a la dialéctica, arma y espejo de “Don García”.

“Todos estamos contentos por estar en este teatro, referente cultural no sólo de la Ciudad de México sino de este país y del mundo; es un templo, y actuar en un templo, es un privilegio reservado para unos cuantos mortales”, finiquitó Fernando Sansegundo, “Tristán”.