El general Figueiredo bajó del caballo y se sublevó

21 de Octubre de 2014
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Brasilia, 21 Oct (Notimex).- Era tanto su gusto por la equitación, que João Baptista de Oliveira Figueiredo -quinto y último presidente del ciclo castrense que tuvo Brasil de 1964 a 1985-, solía decir que prefería el olor de los caballos, que el olor a pueblo.

La tarde del 31 de marzo de 1964 se encontraba en la pista de equitación del Jockey Club del barrio de la Gávea de Río de Janeiro –donde nació el 15 de enero de 1918-, cuando le avisaron que todo estaba listo para que se consumara el golpe de Estado en contra de Joao Goulart.

Mantenía el gusto hípico por herencia de su padre, el coronel Euclides Figueiredo, incluida la influencia que tuvo sobre su hijo –“Figa”, para sus amigos- para que estudiara en la Escuela Militar de Realengo, por la cual pasó la mayoría de los oficiales golpistas de hace medio siglo.

Debido a la diferencia de edades respecto a ellos y en un deseo de superarlos intelectualmente, se posgraduó en “La Sorbonne” –como se conocía a la Escuela Superior de Guerra (ESG)- del barrio de Urca en Río de Janeiro, en la que Figueiredo manifestó inquietudes políticas tempranas.

Con el tiempo, ascendió hasta la secretaría general del Consejo de Seguridad Nacional durante el breve gobierno de Janio Quadros en 1961, destacando –y bajándose del caballo- como uno de los oficiales promotores del golpe militar de 1964 que depuso a Goulart.

Por enérgico y reservado, el Alto Comando lo nombró jefe del Servicio Nacional de Informaciones (SNI) en Río de Janeiro entre 1964 y 1966, y después comandante de la Fuerza Pública de São Paulo, mientras el mariscal Humberto Castello Branco trataba de sostenerse en la presidencia ante los embates de los más duros oficiales de las Fuerzas Armadas.

Perseveró entre la oficialidad, y tuvo paciencia suficiente en su desempeño como jefe del Regimentó de Caballería de Dragones de la Independencia, para alcanzar la comandancia del Estado Mayor del III Ejército y luego la jefatura del Gabinete Militar del gobierno de Emilio Garrastazu Médici.

Puesto en la antesala del poder, con el rango de ministro se convirtió en titular del SNI durante la gestión del general Ernesto Geisel, desde donde fue promovido a general de Ejército en 1977, en espera de asumir la presidencia de la República el 15 de marzo de 1979, por medio de elección indirecta.

“El régimen militar instaurado en 1964 se apartó del modelo común latinoamericano de las dictaduras unipersonales, para establecer cinco gobiernos controlados desde dentro de las estructuras militares”, explica Tereza Rocha de Assís Moura.

La autora del “Informe Nacional Brasil”, detalla en ese estudio los métodos de elección interna que llevaron al poder a cada uno de los cinco jefes militares que tuvo como presidentes el país entre 1964 y 1985.

En su toma de posesión, no obstante su aspecto de dureza, oculto permanentemente tras unos lentes oscuros, Figueiredo sonrió y se propuso continuar la apertura política iniciada por Geisel;

pero no como una concesión gratuita, sino por el aumento exigente y creciente de la oposición civil.

El proceso aperturista también fue acompañado por la sonrisa sugerida por sus asesores, acelerando ese fenómeno político en 1979, con la Ley de Amnistía, el regreso de los exiliados y el restablecimiento del pluripartidismo, a pesar de la oposición existente dentro del propio gobierno y sectores derechistas de la opinión pública.

En 1983, se inició en São Paulo la campaña por las elecciones directas para la presidencia de la República, conocida como el movimiento “Diretas Já” que, por presión militar sobre el Congreso, no fueron posibles al ser rechazada y vetada la reforma que las permitiría.

De esta forma, los “comicios presidenciales” del 15 de enero de 1985 fueron dirigidos por un Colegio Electoral compuesto por 686 legisladores, con la victoria de los candidatos de la Alianza Democrática, Tancredo Neves y José Sarney.

Derrotaron a los gobiernistas Paulo Maluf y Flávio Marcílio por 480 votos, en un episodio histórico que marcó la transición del poder militar al poder civil, permitiendo jubilarse al general Figueiredo, para disfrutar de una pensión vitalicia y de su cuadra de caballos en la capital carioca.

Neves murió en São Paulo horas antes de tomar posesión en abril de 1985, y Baptista Figueiredo hizo lo propio al fallecer en su natal Río de Janeiro el 24 de diciembre de 1999, debido a una insuficiencia renal combinada con una crisis cardiaca.

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