Asocian arqueoastronomía maya a necesidades de subsistencia

20 de Junio de 2013
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Mérida, 20 Jun. (Notimex).- Los fenómenos arqueoastronómicos que apreciaban los mayas precolombinos en sus centros ceremoniales estaban vinculados más a sus necesidades de subsistencia, por ejemplo a la producción agrícola, y no como marcadores para el cambio de las estaciones del año.

Para el arqueólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Alfredo Barrera Rubio, los fenómenos arqueoastronómicos eran importantes para definir cuando iniciaba el ciclo de quemas agrícolas o de siembra, la proximidad de la temporada de lluvias, "siempre vinculados al movimiento del Sol y la Luna".

En entrevista, el investigador del INAH expuso que para el pensamiento occidental, existen cuatro estaciones del año, como por ejemplo el invierno muy marcado en Europa, pero en esta parte del continente sólo existían dos estaciones: "el tiempo de secas y el tiempo de lluvias".

Los fenómenos arqueoastronómicos entre los mayas precolombinos estaban más asociados a la milpa, a los movimientos del Sol y la Luna, a la definición de los calendarios agrícolas, abundó.

Indicó que tal vez el tiempo de mayor observación correspondía al equinoccio de primavera, que indicaba el tiempo para realizar las quemas agrícolas, para preparar el campo para la siembra.

La cosmogonía maya, añadió Barrera Rubio, era de mucha relación con la naturaleza y fenómenos, por ejemplo los asociados a los solsticios, también estaban relacionados a establecer el ciclo de lluvias, las cuales iniciaban en los primeros días de mayo y se intensificaban a partir de junio.

Los especialistas, abundó, han establecido que entre la cultura maya prehispánica la población campesina tenía estos conocimientos y esta relación estrecha con la naturaleza y su religión, por lo que antes de iniciar la siembra, también rendían culto al señor del monte, y a los cuidadores de la tierra, los bacabes y los aluxes.

Hablamos de un calendario agrícola, pero también se tenía un culto en este ámbito asociado al Sol, la Luna y Venus, mucho del que persiste en nuestros días en zonas apartadas y que han tenido una revaloración al sumárseles elementos católicos.

Por ejemplo, el 3 de mayo es el día en que los campesinos saben que inicia la temporada de lluvias, pero ahora también hablamos de que es Día de la Santa Cruz, y así hay fiestas que se asocian como el Día de la Asunción o de San Isidro Labrador, que nos muestran este sincretismo, apuntó.

Sin embargo, estableció que estos fenómenos también tenían un significado vital para la élite gobernante, en especial para los sacerdotes quienes al conocer el movimiento del cosmos y tener el monopolio de la escritura, se convertían en "oráculos" para interpretar la escritura y los astros.

Uno de los ejemplos claves, citó el especialista, es la construcción de sus edificios religiosos y habitacionales, el referente para el asentamiento de sus ciudades, a tal grado que los investigadores han documentado la ubicación de los mismos con una variante que van de los cero grados a 21 grados al este astronómico.

Un ejemplo, abundó, son los edificios del Grupo E-Uaxactún que nos indican claramente dónde están los marcadores de horizonte, así como se dan los movimientos del Sol de un extremo al otro, como se aprecia en sitios del periodo Clásico como Tikal, o del Clásico terminal como Chichén Itzá y la Costa Oriental.

Todos los fenómenos arqueoastronómicos eran muy observados por la élite maya, por los sacerdotes que los convertían en códices, en el Almanaque de Venus, en calendarios agrícolas, el calendario Tzolkin o sagrado de 260 días o el Haat, de 365 días, que les daba esa importancia social que tenían.

Una realidad, puntualizó, es que los fenómenos arqueoastronómicos eran una constante en la arquitectura mesoamericana, esa vinculación de los edificios con el movimiento de los astros, pero sobre todo, con una actividad agrícola vital para su existencia.

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